El rayo derribado y los escuadrones de aviones se encresparon como polillas en el aire
Demasiado Largo; Para Leer
En la ardiente soledad del gran desierto de Arizona, a unas dos millas al sur de Ajo, un joven científico estaba a punto de realizar un experimento que podría tener resultados de gran alcance para la humanidad.
El científico era Gordon Kendrick, un tipo alto, bronceado y robusto que parecía más un buscador de oro que un profesor de física de la Universidad Estatal de Tucson.